¡A JUGAR!
Voces de segunda fila, carne de cañón, escondidas detrás del espantajo del paro, proclaman que para qué éste deje de atemorizar, nos hemos de poner en manos de Eurovegas. ¡Qué útil es el paro para hacernos comulgar con ruedas de molino! Y más aún si se añade el demagógico cálculo de hipotéticos beneficios, sin poner a su lado los daños ciertos que provocaría. Una iniciativa que tan dañina puede ser para el país, merece alguna sugerencia. ¿Habría otros instrumentos que, con el mismo efecto, fueran menos perjudiciales para los ciudadanos?
Por ejemplo, otras formas de reducir el paro, con la misma lógica utilizada ahora tanto por CiU como por la señora Aguirre. Ya puestos, se podría pensar en ampliar el lucrativo negocio de la prostitución, ampliándola de las actuales rotondas a todos los cruces, con especial atención a los semaforizados, con la seguridad de que, como mínimo, aumentaría la contratación entre los fabricantes de sillas de plástico y parasoles.
Otra vía sería contactar con algún reputado cártel colombiano. No sólo proliferarían los puestos de trabajo como camellos, ¡no! Sino que –la legalidad debe imperar por encima de cualquier otra consideración -, se convocarían un alud de puestos en la policía, la justicia, las cárceles y –dónde los recortes lo permitieran -, también en clínicas y hospitales. Significaría una ampliación de la clarividente visión de la crisis laboral por parte de nuestras autoridades. Actividades que no precisarían –ventaja adicional – de los créditos multimillonarios como los que solicita el mencionado casino, en detrimento de nuestra industria tradicional, a la vez que colaborarían a mantener la moral y el ocio.
No, no estoy bromeando. Un magnate-mangante que, con el apoyo de la derecha más infame, aquella que en los Estados Unidos él unta legalmente, arramblará con el poco crédito disponible; prometiendo puestos de trabajo, quemará centenares de los que ahora aún existen; llevará a su cubil a los visitantes que de otra forma dejarían su dinero en los negocios legales ya existentes en Barcelona, y que como consecuencia de ello decaerán.
A pesar de todo, nada podrá superar aquel momento mágico de los casinos, cuando una mano anónima se destaca y, lentamente, lanza dos fichas de plástico de valor sustancial, las cuales aterrizan lentamente en el tapete mientras se oye una voz acariciante y dulce diciendo con una cierta magnanimidad: “pour les employés”.
¿Tendrán algo a ver las genuflexiones ante el potentado con la flexibilización de la ley de fundaciones en Cataluña? ¿Será Millet el futuro director del centro? ¡Cómo suena ahora el refrán: “quién maneja aceite, algo se pringa”! ¿Y qué mejor para conseguirlo sino que alguien te monte una gigantesca almazara en tu propia casa?